28 jun 2013

Historias de ego I

"El cabrón del otro lado se ha propuesto escupirme a la cara todo lo que soy: mi nube y yo bajados a la tierra sin oportunidad de oponer resistencia. Hoy me siento un poco como Travis hablándole al espejo, <<¿Hablas conmigo? ¿Me lo dices a mí? Dime, ¿es a mí?>>... Intento defenderme de las acusaciones de `hijo de puta´ de las que soy víctima con un buen ataque que, aunque a largo plazo no me sirve de gran cosa, me ayuda a encontrar un consuelo momentáneo que me devuelva a mi pedestal por unas horas. Normalmente ese `buen ataque´ implica untar al adversario con fajos de verdes.
Aquí me ves, con un traje de ochocientos pavos, unos zapatos de cuatrocientos y joyas valoradas en miles, me podría arriesgar a afirmar, y acertaría, que tengo el mundo a mis pies. Soy todo lo que tú quieres ser. Tengo todo lo que tú quieres tener. Mujeres. Drogas. Fiestas. Coches. Fiestas. Drogas. Mujeres.
Recuerdo mi infancia en el barrio, era un jodido crío feliz. Vivía con papá y mamá en una casita con jardín; salía a jugar al fútbol con los colegas hasta que me llamaban para cenar; me pasaba tardes enteras escuchando música en el viejo reproductor... Luego encontraron a mamá muerta, cuando yo tenía doce años. Acusaron a papá del asesinato, y me llevaron a vivir con la abuela. Oía noticias de papá sobre movidas en la cárcel, pero por lo general, la abuela se esforzaba porque no me enterase de nada referido a su yerno. Tres años después, papá quedó en libertad (por los vacíos legales en la justicia del país, ya sabéis) y volvió a por mí. Sinceramente, me daba miedo vivir con él. Sé que él mató a mamá.
A partir de ahí, noté que fui cambiando. Perdí la inocencia, dejé de estudiar y me puse a currar, porque papá se pasaba el día entero bebiendo o metiéndose y no entraba ni un duro en la casa. Quería irme, pero no había pasta. Me puse a trapichear y, joder, aquello sí que daba pasta. Tenía pensado dejarlo cuando tuviese suficiente como para independizarme, pero me enganché a ese rollo.
Por aquel entonces, ya no tenía amigos en la zona, sólo enemigos o clientes. Conocí a una chica. Tío, fue lo mejor que me ha pasado nunca. No había sentido esa sensación antes. Tengo muy presente aquella primera noche que la vi. En el local estaba sonando "Knockin´on Heaven´s Door", y me pidió bailar. ¡Hostia puta! Yo no sabía bailar, pero no le iba a decir que no a esa preciosidad. Me abrazó y me susurro al oído que me dejase llevar. Le miré a los ojos. Eran increíbles. En ellos vi el paraíso, o algo parecido. En sus ojos vi el reflejo de mis ojos rogándole que no me soltase. Me dio la sensación de que estábamos nosotros dos solos, que no había nadie más en el universo. Éramos ella y yo, mis labios teniendo una conversación privada con los suyos. Porque, evidentemente, nos besamos.
Nuestra relación duró lo que tenía que durar, ni más ni menos, duró hasta que me conoció y salió corriendo. No volví a saber de ella.
Después de aquello, tuve encuentros esporádicos con otras mujeres con las que me sentía muy pequeño. Nunca nada serio. Sigo esperando volver a ver a aquella chica, para qué nos vamos a engañar. Se suele decir que todos tenemos una función, una meta que conseguir en nuestra vida, que para eso hemos
nacido, pues bien, yo creo que mi meta es encontrar a esa chica y ser feliz con ella. Pero hasta entonces, seguiré esnifando, que me produce el mismo efecto que sus ojos: ver el paraíso, o algo parecido.
                                                             Fdo.: Joe `Jay´ Marcus "

"El espejo está escupiendo la silueta de un extraño, creo que ha dejado de servirme la excusa de ser raro"                                                  
                                                                                                    Por JaimeQ